De pie, pisando con el pie el mecanismo que hace salir agua de la fuente e intentando llenar la botella en el menor tiempo posible.
El chorro fluctúa con alevosía mientras oigo risas. Paro y miro para arriba, solo el techo de la oficina. Vuelvo a activar el sistema y termino de llenar la botella con mucha paciencia y la mano empapada de agua.
Miro alrededor y me siento observado. No es el sensor que detecta movimiento para encender la luz ni las cámaras de seguridad, es algo más fuerte y más poderoso que eso que me reduce a la mínima expresión de la raza humana, su animal de laboratorio.
De repente me veo rodeado de gente que mueve los bigotes y se frotan las manos con intranquilidad y mirando a todas partes.
¿Soy igual que ellos? Han estado probando cómo reaccionaría ante la dificultad de la fuente. ¿Habré pasado la prueba?.
Ahora mismo deben estar leyendo lo que estoy escribiendo, podría saludarles pero daría lo mismo.
Veo como siguen moviéndose los bigotes sin entender nada, solo zumbidos entremezclados con el incesante martillear del teclado. Y los cerca de 5 millones de clics que hacen sus ratones al cabo del día.
Yo intento evadirme, pensar en Nietzsche y en su Zaratustra, evocar a Karl Rossman yendo a América en barco, noto la brisa en la cara, noto su libertad............suena el timbre, dan las 2, todos nos levantamos cerramos los cajones y salimos en fila india mientras movemos los bigotes con entusiasmo.