la tortuga y los pendientes

Por fin están cambiando los ascensores del edificio y ahora, de momento, sólo funciona uno de ellos, que además suele estar ocupado, así que últimamente subo andando las escaleras hasta que encuentro una tortuga, que es la señal en un felpudo.
Bajar, bajo con más energía, aunque ayer tuve que apartarme en un descansillo porque una vecina bajaba al trote. Le sonreí y ella me devolvió el gesto con cierta dificultad. Su cuello se contorsionaba buscando la bufanda y las manos y los pendientes que trataba de engancharse mientras seguía saltando escalones.
Al salir a la calle la encontré allí de nuevo, con su novio que debía de estar esperándola. Cuando les adelanté estaban abrazados en la acera y el chico exclamaba alegre: ¡llevas puestos los pendientes! En ese momento sentí que la vecina me amenazaba con los ojos.
Pero luego se rió y dijo: ¡claro!