mujeres en el metro

Pasé la última página y me quedé un momento mirando la cubierta del libro con satisfacción. El cerdo me miraba también, él con ojos de granjero. Al levantar por fin la vista otro libro me llamó la atención, el que sostenía la chica que estaba enfrente de mi. Este libro gordo como un Dan Brown le servía a ella de atril para un papelito minúsculo de maestro zulú. Se levantó y salió en Plaza de España. En esos momentos me pareció que todo terminaba, pero otra nueva historia llegó con la entrada de dos chicas al vagón. Cada una con un buen taco de papeles debajo del brazo. Una se sentó en ese sitio libre y la otra a mi lado. Iban vestidas diferente pero las dos con tonos oscuros y zapatos bajos. . Sin color, igual que yo hace unos meses. Y no tenían tiempo que perder, la que se sentó a mi lado se puso a apuntar frenética palabras en sus hojas. “Empresa”, “confidencial”, “diligencia”... se me ocurrió sacar mi cuaderno y copiarla, pero no pude, porque en ese momento apareció una mujer mayor que merecía sentarse. Me levanté amablemente y la ofrecí mi sitio, y cuando se hubo acomodado, me senté encima de ella.